En las épocas de crisis económicas del capitalismo, aparecen aluviones de informes partidistas muy exultantes, que pormenorizan características ya clásicas de estos períodos: el aumento del paro, el incremento de la carestía de vida, cierres y deslocalizaciones de empresas, etc. Al mismo tiempo se suceden las denuncias hacia el gobierno y contra los sindicatos reformistas y como no, se imprime un énfasis inusitado a la consigna de la unidad de la izquierda, que haga frente a las arbitrariedades y a las injusticias. Por otro lado, brotan impetuosas con todo su esplendor, las propuestas de transformaciones revolucionarias: República, República socialista confederal, República federal socialista, etc. Se realiza un gran esfuerzo en la propaganda de la defensa de los trabajadores que son despedidos, en una guerra perdida antes de comenzar. O sea, más de lo mismo de siempre, eso sí con más ruido porque estamos en crisis ¡Ahora o nunca! Parecen decir. Pasa el ciclo de la depresión y todo vuelve al lugar de origen. Los partidos como las empresas –se suele actuar en un plano competitivo, a ver quien grita más- se resienten por la crisis. Unos mueren, otros permanecen renqueantes pensando en poder salir a flote cuando acaezca el período del venidero ciclo crítico.
Y contrariamente a lo que se establece como lógico, deviene que el movimiento obrero no sale fortalecido de la crisis. Da la triste impresión de que en vez de aprender para preservarse de otra, para interceptar las barbaridades del capitalismo, coge más miedo si cabe y se parapeta detrás de un conformismo rayano en la religiosidad. Esto es algo desquiciante para las "privilegiadas" cabezas que solitarias juegan a la revolución, y que tanto se prodigan hoy en los órganos de difusión alternativos. Esto es también un condicionamiento para las direcciones de partidos que no son capaces de eclosionar, de romper el cascaron que les envuelven en el pasado "glorioso".
Mientras tanto ¿que pasa con el movimiento obrero? Las teorías que elevan a la clase obrera al centro vital para emprender las luchas y colocarse a la cabeza del proceso revolucionario, quedan relegadas a un lugar oculto del programa, como la dictadura del proletariado. La clase obrera se convierte en el objeto de las empobrecidas y envejecidas tácticas y dejan de ser el sujeto activo y aglutinador, como reza en la teoría.
Una vez que finaliza todo sin que la clase obrera atienda a las consignas de los "revolucionarios", no se verifica ningún análisis autocrítico, solo y como de costumbre se apela a la frase hecha ¡las condiciones objetivas estaban dadas, pero no existían las condiciones subjetivas! Cuánto de ignorancia, de falsedad y de impotencia encierra este juicio infame tan socorrido. A nosotros no nos vale. Pero quienes se quieran engañar así mismo, allá ellos con su conciencia.
Vayamos al grano. ¿En qué consiste eso de que no existen las condiciones subjetivas? Para los partidos políticos las condiciones subjetivas es el estado en que se encuentra la clase obrera, con lo cual criminalizan veladamente a ésta. Es como afirmar ¡yo llevo razón en mis planteamientos, la culpa es de los trabajadores que no los asumen o no los entienden por su baja conciencia! Por lo visto hay que darse ánimo a uno mismo. Hay, lógicamente que legitimar la existencia del partido. Expuesta así la situación, queda todo un camino por recorrer hasta que la clase obrera les de la razón. En este caso habrá alcanzado ya el grado de conciencia que necesitaba. Ahí termina el esfuerzo analítico. A lo sumo y como sostén de sus conclusiones vierten toda su soberbia e indignación contra los sindicatos reformistas adjudicándoles la totalidad de la culpa. Camino ladeado a propósito al circunscribirse solo a él, espoleado por la fragilidad ideológica del partido, como le sucede a la dirección del PCPE que no encuentra otra salida que la de sugerir a estas alturas que "la izquierda sindicalista" se constituya en un nuevo sindicato de clase. Así también la vertiente pequeño burguesa del oportunismo de izquierda como en el caso del CUT-SOC responde al complicado momento por el que atraviesa el movimiento obrero con la creación de un nuevo sindicato, que se supone debe ser el puro, el revolucionario-nacionalista, el culmen de la perfección. Qué extraordinario trabajo en pro de las tesis burguesas ¡divide y vencerás!
El PCOE continúa creyendo en la clase obrera, nosotros fundamentamos el proceso revolucionario en su protagonismo indiscutible, pero de verdad. Por tal motivo, nuestros pasos los damos en una sola dirección, en la de penetrar en las profundidades de sus entrañas, conocer sus pálpitos, saber cuál es su estado de ánimo, medir in sito su grado de conciencia, con un solo proyecto, unirla y dotarla de ideología y lo intentamos llevar a la práctica, nada de palabrería, sino de dura aplicación dirigidos por la firmeza que nos concede la fidelidad hacia nuestros principios leninistas. En esta dirección hemos depositado toda nuestra confianza en la comisión convocante de la 1ª Asamblea de Comités y delegados de la provincia de Sevilla.
Los contactos llevados a cabo por dicha comisión con los trabajadores nos están reportando gratos "avances" operativos. En primer lugar, al conectar con ellos nos han obligado a reflexionar sobre nuestros planes, a rectificar constantemente los errores. La primera idea acerca de cómo construir el Frente Único de Trabajadores y el Frente Único del Pueblo, si bien mantiene su esencia, la tuvimos que modificar al comprobar las insuficiencias de nuestro análisis una vez contrastado en el movimiento obrero.
Al franquear las puertas de las fábricas y pasar hacia adentro se advierte que los estudios de la situación orgánica de los trabajadores, que se realizan desde fuera de los centros de trabajo son extremadamente subjetivos y demasiados generalizados, concediéndoles a los sindicatos mayoritarios un grado de potencialidad y de influencia que realmente no tienen. El combate entre oficialistas y críticos de CC.OO. no es tanto ni llega a los trabajadores. El fraccionamiento en candidaturas independientes y pequeños sindicatos, no superan el reducido ámbito del que fue su origen. No avanzan ni constituyen un peligro serio para CC.OO y UGT. Yerran en concepciones básicas, confunden asamblearismo con democratización de la asamblea, solo porque consultan a los trabajadores cada paso que dan. Se ve que sus capacidades son demasiado cortas. Nos hallamos pues ante el statu quo que perdura a través de los años casi desde el advenimiento de la democracia burguesa, que significa muy poco, porque se encierran en determinados círculos que se lo comen y se lo guisan entre sí. La clase obrera está ajena a todo. Se ha puesto al descubierto igualmente que los ultraizquierdistas manejan idénticos razonamientos que los reformistas sin detentar influencia alguna ¡Los trabajadores de mi empresa no quieren saber nada! Igualmente los llamados críticos que según nos cuentan están por la unidad de los trabajadores ¡yo ni con las gentes de UGT ni con los oficialistas voy a ningún lado! Lo malo es que pretenden elevar a tesis su sectarismo. Pero al margen de lo anecdotario, que para otros pueden ser pruebas definitorias para atascarse en sus trasnochadas políticas, las reuniones con los comités deparan un registro extraordinario y optimista. En tres meses se ha hablado con representantes y comités de 73 empresas, de las cuales 10 ven el proyecto de unidad con ciertas reservas, 7 los han rechazado abiertamente y el resto se muestran por la labor.
Pertenecer a la clase obrera, vivir con ella rejuvenece día a día el pensamiento revolucionario. No transcurre una jornada entera sin que captemos un nuevo elemento de juicio. Por ejemplo, existen multitud de empresas, no solo pequeñas sino más allá de los 100 trabajadores en las que aún no se han llevado a cabo las elecciones sindicales. En determinados gremios las ejecutivas de los sindicatos están prácticamente en manos de una sola empresa, lo que demuestra varias cuestiones: desafiliación masiva, carencia orgánica de los sindicatos y como no, la desorientación extrema de los grupos "alternativos" al no querer trabajar desde dentro. Nos llama poderosamente la atención, que para las firmas de los convenios colectivos provinciales, los sindicatos se vean forzados a echar mano de miembros de comités de empresas con una absoluta falta de preparación sindical además de una ingenuidad irritante. Después cuando se habla con ellos con temple y comprensión hacia sus personas, nos dicen que se avergüenzan de haber firmado convenios que tienen salarios de 700 euros. Pero hasta ahora se les tachaba de traidores sin conocerlos, sin darles opción a ser escuchados. Nadie hablaba con ellos, nadie les explicaba algo contrario a los que les enseñan los funcionarios sindicales. En ellos se espejeaba para nuestra ciega vista lo más reaccionario del sindicato. Al cabo de esos sucesos se desprende que cuando las centrales los utilizan, mal les van las cosas, pocos adeptos tienen, por supuesto evidencian la necesidad de recurrir a incautos e inexpertos sindicalistas.
La confianza les hace decir a los comités en numerosa cantidad que se acercaron a una central por pura cuestión de cobertura legal. Aunque la mayor enseñanza que se adquiere al contactar y convivir con ellos, es que están ahí esperando con los brazos abiertos que alguien les de contenido y los una.
Todo debe ser natural, nada de rodeos, se les llama directamente, se le explica el proyecto, se les confiere el protagonismo que les corresponden y ellos responden adecuadamente. Naturalmente a los remisos, reticentes y contrarios, habrá que tratarlos con perseverancia y sobretodo con mucha, muchísima paciencia, toda la que necesitemos. No valen los remilgos, hay que conectar con todos, sean del sindicato que sean, incluidos los comités patrocinados por las empresas y se les invita como a todos una y otra vez, a la par que se les pide a los trabajadores, a sus representados, que les exija su participación por la unidad. Es la única manera de crear contradicción en el seno de esas fábricas, nuestra obligación consiste en propiciar los debates entre los trabajadores y sus representantes porque sin duda deben ser los propios trabajadores de cada empresa los que resuelvan sus problemas interiores.
A vuelta de página, las condiciones subjetivas (trabajadores-organización) puede que se estén dando en lo que respecta a la clase obrera, es en el aspecto organizativo donde se falla estrepitosamente. Las fuerzas de izquierdas han de acabar su periplo por el pasado y deben actualizar su visión. Desde 1976 tiempo que comienza la toma de posición táctica en el terreno social de nuestro país y del que por lo visto no se sabe salir, han acontecido demasiados avatares como para seguir pensando igual que entonces. La tristemente famosa reconversión modificó sustancialmente el panorama sindical. En torno a dos millones de puestos de trabajo se perdieron durante su aplicación. Se cerraron empresas con las que murieron para el movimiento obrero muchos cientos de mujeres y hombres que habían sido educados al menos en la lucha contra el fascismo. Del mismo modo a través de las bajas incentivadas, militantes obreros ya mayores tuvieron que abandonar su actividad práctica.
Para que la reconversión se impusiera se empleó el terrorismo patronal y gubernamental con la anuencia de las grandes centrales. Más todo tiene su contradicción. Es cierto que las grandes centrales se liberaron en poco tiempo de su oposición politizada, sin embargo, y dada su actuación ha merecido unas veces la repulsa y en otras ocasiones la indiferencia de los trabajadores, que les paga su traición con la desafiliación la que se ha generalizado al no surgir a su debido tiempo la respuesta organizada desde el interior de los sindicatos capaz de captar la atención de la clase obrera. Por consiguiente, la pretendida fuerza de los sindicatos no radica en el volumen de afiliado, sino todo lo contrario, en la desafiliación masiva y global convirtiéndose ésta en ganancia, en vez de ser un obstáculo, a lo que hay que añadir el beneficio que les concede la presente ley electoral sindical.
Luego han aparecido nuevas empresas a la par que se han desarrollado colosalmente gremios que no existían (informática por ejemplo) que los sindicatos por sus debilidades orgánicas no pueden abarcar, en donde existen empresas que cuentan con mas de 1000 trabajadores sin representación sindical.
En su conclusión la clase obrera se haya desguarnecida y no se le puede potenciar, ni tampoco unir desde la distancia. Ni la cibernética, ni las pintadas, ni las octavillas etc. sirven absolutamente para nada, si damos vuelta alrededor de las fábricas sin hablar con sus comités.
Hay un trabajo que realizar que les corresponde a la izquierda revolucionaria, pero si esta se empeña en continuar con proclamas de falsas unidades y de estentóreas declaraciones propugnando la república tal o cual, apartado del pueblo trabajador no nos cabe la menor duda de que costará más tiempo pero se llevará a efecto. Eso es seguro.
Por estas razones el PCOE estará abierto para trabajar conjuntamente POR UN FRENTE UNICO DE TRABAJADORES Y POR EL FRENTE UNICO DEL PUEBLO base de toda transformación revolucionaria de la sociedad. Lo que no estamos dispuestos es dedicarnos solo a esperar que caiga la hoja del almanaque para celebrar un acontecimiento.
POR LA ASAMBLEA DE COMITÉS Y DELEGADOS DE EMPRESAS
POR EL FRENTE UNICO DE TRABAJADORES
PR EL FRENTE UNICO DEL PUEBLO